Archivo del blog

jueves, 27 de octubre de 2016

CARTA A MÍ MISMO


Estimado Amigo:
Me llamo amigo, porque eso es lo que quiero ser conmigo mismo ahora. Por mucho tiempo yo fui mi peor enemigo, de hecho, fui mi único enemigo. Fui yo el que permitió que el miedo dominará mi vida. Fui yo el que se aferro a las penas del pasado para llenar mi presente de sufrimiento. Era mi propia voz la que escuchaba en mi cabeza y que me convencía de no merecer lo bueno y que me hacia sentir menos que los demás.
Fui yo mismo el que me llene de inseguridades y dudas, de celos y resentimientos. Fui yo mismo el que me juzgue y me critique en todo lo que hacia. Yo mismo afecte mi salud y mi bienestar y fui yo mismo el responsable de los problemas en mi vida. En mi estaba la solución y en mi estaban todas las respuestas.
Fui yo mismo el acusado, el juez y el verdugo de mi propia vida. Yo mismo dicte las sentencias y yo mismo me impuse castigos. Y, sin embargo….
HOY ME PERDONO TODO, porque me doy cuenta que siempre hice lo mejor que pude. Comprendí que fui un ser sensible y vulnerable y como yo son todos los seres humanos y que las experiencias de mi vida moldearon mi personalidad, hoy rechazo la culpa que siento por mis errores ya que en nada ayuda y nada soluciona.
Aprendí tarde, que era yo capaz de cambiar mi vida a pesar de mis heridas y de las situaciones que me rodearon. Tarde comprendí que era yo mi propio dueño, que mis pensamientos moldearon mi existencia, que no era un esclavo de las circunstancias y que en mi estaba el poder de mejorar, de cambiar y de vivir en armonía.
Puedo ver ahora que mi vida fue maravillosa a pesar de las perdidas y heridas que todos compartimos. Agradezco la oportunidad que tuve de ver, de oír , de sentir, de saborear, la oportunidad de compartir con otros mi vida y la oportunidad de amar a mis semejantes.
Hoy me deshago de viejos resentimientos hacia otros y hacia mi mismo.
Hoy rompo las cadenas con las que yo mismo me ate.
Hoy me libero del miedo y de la culpa.
Hoy me perdono por todos mis errores.
Hoy admito que nadie tiene control sobre mis pensamientos.
Hoy admito que nadie tiene control sobre mis sentimientos.
Hoy me libero de todas mis heridas.
Hoy es un buen día para …. VIVIR.

Me quiero… Atentamente La persona más importante de mi vida
YO.

miércoles, 26 de octubre de 2016

AUTOESTIMA VS EGO

AUTOESTIMA VS EGO
Hay muchas personas que me preguntan la diferencia entre “autoestima” y “ego”, y me dicen que tanto la autoestima como el ego pueden ser beneficiosos o perjudiciales. Mi respuesta es que se confunden autoestima y ego porque, de algún modo, pueden simular ser parecidos. Obviamente, está bien tener autoestima porque significa querernos y aceptarnos. Es más, no podemos querer a otros si no nos queremos nosotros primero y eso no es egocentrismo. Egocentrismo quiere decir que todo gira alrededor de uno y la persona no tiene vista para nada más que su propio ser.
La autoestima es beneficiosa, pues hace querernos y aceptarnos a nosotros mismos. También es autoestima el aprender a decir “no”, pues muchas veces el ego -y no la autoestima- tiene miedo de decir “no” por temor a lo que dirá el otro, de modo que el ego depende de la aprobación de los demás. Con la autoestima nos queremos y aceptamos independientemente de lo que piense el otro. La autoestima se puede transformar en ego si es excesiva, haciendo que nos queramos por encima de todo y no importándonos nada más, y eso es ego porque necesita. La autoestima no necesita, y nunca puede ser perjudicial porque es la que nos levanta anímicamente al hacernos sentir importantes.
Mucha gente, cuando habla del ego, se refiere a la persona valerosa, pedante, soberbia, narcisista, etc., es decir, aquella que está en un pedestal. Sin embargo, el ego tiene otras facetas: la persona sumamente tímida y vergonzosa que no se anima a involucrarse con otras personas por no saber cómo les caerá, esa persona que nunca va a buscar un empleo porque piensa que otro lo va obtener, esa persona que no se atreve a iniciar una relación de pareja porque va a pensar que la otra parte le va a rechazar, etc. El ego es manipulador y tienta. Por ejemplo, esa persona un poco obesa que a las tres de la madrugada se levanta con hambre y el ego le dice “abre la heladera y cómete todo lo que haya dentro”. Entonces, la persona se somete a su ego y devora hasta saciar ese apetito desmedido, y una vez saciado ese apetito otro rol de ego le reprocha esa actitud -“¿qué has hecho? Mañana, cuando te peses en la báscula, vas a tener un kilo más”-. Y la persona piensa a si misma -porque el ego es uno mismo y se habla mentalmente-: “Tiene razón. ¿Por qué lo hice?”.

El ego nos hace sentir culpa pero primero nos puso la zanahoria delante de los ojos, y una vez que la comimos nos señala: “Mirad, ¿qué habéis hecho?”. Y nos sentimos desgraciados: “¿Por qué me deje vencer? ¿Por qué me dejé dominar por esa tentación? No sirvo para nada”. En ese momento el ego baja la autoestima y la persona se siente poquita cosa. El ego se transmuta y, así como el camaleón cambia de colores, el ego cambia de actitudes, y al día siguiente te está pinchando con otra cosa. El ego desea y si no lo consigue se encapricha como un niño.
Lo hablo de esta manera para que se entienda, porque el ego no es algo ajeno a nosotros… ¡Somos nosotros mismos! ¿El ego se puede eliminar? No, porque forma parte de la mente reactiva y ésta forma parte de nuestro propio espíritu, pero se puede integrar en un Yo Central y, consecuentemente, los roles del ego no serán los que tomen el timón del barco sino la persona con su mente analítica para que antes de tomar una decisión la razone. Recordemos que el ego actúa por impulsos y es peligroso porque, si bien es un fruto de la mente reactiva que se mueve con impulsos, absorbe el conocimiento de la mente analítica, de ahí que pueda tramar cosas. Una vez que el ego logró ese cometido, luego hace un giro de 180 grados y nos censura, diciéndonos: “¿Qué has hecho?”. Es como si hablara de una persona ajena a nosotros pero somos nosotros mismos los que nos retamos y decimos: “¿Qué he hecho?”.
El rol del ego, como busca la aprobación de los demás, hace que la persona no se respete porque si me respeto es porque me acepto y si me acepto es porque me quiero -por como soy, no por lo que tengo o por lo que aparento- y por dentro no voy a precisar la aprobación de los demás. Soy un ser humano que vive en comunidad y me va a agradar interactuar con el otro, pero eso no significa depender exclusivamente de la opinión del otro. Puedo equivocarme o tener razón pero, para mí, mi opinión va a ser la válida para conmigo mismo, y si tengo cosas que corregir ya veré como corregirlas, pero no por eso voy a desestimarme.
Cuando el ego está integrado la persona busca su propia aprobación, y no la del otro. Si de repente tengo una ropa y alguien me dice “¿Qué te has puesto?” no tengo porqué ir corriendo a cambiarme porque a tal persona no le gusta esta ropa. Es mi opinión y voy a respetarla. Voy a depender de mi afecto. La autoestima significa aceptarnos. El ego nunca está conforme y nos juega en contra porque siempre vamos a buscar la aprobación del otro para hacernos sentir bien.

El ego es presa de los halagos tipo “¡Qué maravilla!” y, a su vez, es enemigo de las críticas. El ego manipula y permite que nos manipulen. El ego es servil tipo “no se preocupe jefe, le preparo otro memorando; no importa si me quedo hasta más tarde”. Ser servicial es vivir en base al Servicio -que es Amor hecho Obra-, es decir, brindarse al otro porque le sale del corazón. El servil siempre busca sacar tajada y le prepara al jefe los memorandos para lograr un ascenso o para que lo tenga mejor conceptuado que el compañero de escritorio. El servil no es una persona confiable ni para el compañero ni para el propio jefe porque es presa del ego, condicionándole sobremanera. Y cuando el ego te condiciona y te maneja no se tiene el control del barco porque el ego te ciega y te hace cometer actos que, en momentos reflexivos, no los cometerías. La autovaloración es la verdadera autoestima, y significa “hacernos valer”. La sociedad a veces toma esa palabra para calificar a alguien de presuntuoso -“¡Ah! Mira. Éste se hace valer”, como diciendo “éste se hace rogar”-. Hacerse valer no es hacerse rogar. Si yo me respeto voy a exigir que el otro me respete. Eso es hacerme valer, no hacerme rogar. Y si me piden un favor, si está a mi alcance lo voy a hacer gustoso. Lo que ocurre es que la sociedad, como conoce poco del ego, tergiversa la palabra. Yo me hago valer -pero no me hago rogar- porque me acepto y acepto al otro, y si puedo brindarme al otro me brindo pero poniendo límites, es decir, no acepto nada que me haga mal a mí. Por ejemplo, si yo tengo un pan y hay otra persona hambrienta no le voy a dar el pan entero sino que lo voy a partir en dos y lo comparto. Eso es el verdadero servicio, y lo otro es una ceguera egoica.
El ego anula la inteligencia porque, si bien abreva un poco de la mente analítica, es absolutamente impulsivo. Entonces, si nosotros nos aceptamos y amamos podemos poner límites a las cosas que son perjudiciales.
Hay personas que nos van a valorar no solamente por nuestro aspecto o el trabajo que podamos tener sino también por nuestro interior. Ésas son las personas que van a apreciar nuestro espíritu. Hay personas que te valoran por lo que tienes pero como lo que tienes puede ser algo provisorio no sabes si mañana te van a seguir valorando. Entonces, lo importante es que la persona valore lo que eres, y eso nunca se pierde.
JORGE OLGUÍN

lunes, 24 de octubre de 2016

intenciones caducadas

Intenciones caducadas mezcladas con actitudes y creencias erróneas, no nos llevan a buen puerto.

Alimentamos de forma desmesurada a nuestros ojos, mientras nuestra alma famélica se siente desahuciada. El corazón resiste a fuerza de genio y el sentimiento distorsionado de creer estar en al camino acertado, (pues eso nos han dicho), y camuflamos las cicatrices por miedo a ser reconocidos.  Imploramos atención, a cambio de devoción y mitificamos la superficialidad sin sonrojarnos.  Desterramos cualquier ápice de humildad, creando seres grotescamente ególatras y carentes de empatía. Nos empequeñecemos a
nosotros mismos eclipsados por pensamientos genéricos, fruto de mensajes erróneos grabados a fuego en nuestro subconsciente y somos seducidos externamente por la maquinaria de la globalización. Sabemos el tiempo que hará en cualquier lugar del planeta, pero somos incapaces de saber que pasa en nuestro interior.