Archivo del blog

jueves, 29 de diciembre de 2016

“Hemos de encontrar un equilibrio entre lo que debemos hacer, lo que queremos conseguir y lo que nos gustaría realizar.”



Vivimos en una sociedad desigual llena de contradicciones, informaciones y creencias erróneas, que no hacen más que sabotear nuestro día a día. Por un lado nos dicen que seamos nosotros mismos, pero a la misma vez tenemos que seguir una serie de normas, referentes y mensajes subliminales que nada tienen que ver  con vivir la vida. Nos alientan a mentir, a no ser sinceros y a no cumplir nuestra palabra, teniendo como referentes a nuestros dirigentes políticos.
Ellos usan la mentira como arma arrojadiza para conseguir y mantener el poder, a la misma vez nos piden obediencia, sacrificio y ejemplaridad. También que lo importante es participar, pero la gente solo  recuerda a los ganadores. Dicen que lo importante es el interior de las personas, pero vivimos de cara al envoltorio, preferimos tener iphone, ir a la moda y nos pasamos la mayor parte del tiempo satisfaciendo a nuestro ego. Moldeamos nuestro entorno a nuestra conveniencia, modificamos la naturaleza, nos expoliamos los recursos naturales unos a otros y nos declaramos la guerra en nombre de dios. Nos dicen que somos medias naranjas, seres incompletos y supuestamente necesitamos de otra mitad para sentirnos completos.

 Yo, soy un ser completo, incapaz de seguir reglas, insumiso ante la mentida, incrédulo ante las religiones  y portador de otros puntos de vista. Para poder escucharse a sí mismo, uno debe hacer oídos sordos a todos esos mensajes, voces, consejos y demás formas de intromisión externas, que no hacen más que difuminar y entorpecer nuestra verdadera esencia. Es difícil escucharse a sí mismo cuando nuestra atención dirige nuestros sentidos hacia fuera y somos sometidos a un bombardeo de estímulos que nos atrapa como un insecto a una gigantesca telaraña, de la cual quedamos prisioneros.
Sería bueno hacer lo que se dice, decir lo que se siente y sentir lo que sé hace. Pienso, que ser libre, no es hacer lo que se quiere, es contemplar la posibilidad de poder equivocarse, no estar acertados, meter la pata, hacer el ridículo, sin necesidad de hacer un drama de ello.

“Hemos de encontrar un equilibrio entre lo que debemos hacer, lo que queremos conseguir y lo que nos gustaría realizar.”

miércoles, 28 de diciembre de 2016

“mi diagnóstico es sencillo, sé que no tengo remedio”



Nos pasamos el tiempo, intentando aprovechar el tiempo, intentando pararlo, o a veces deseamos que pase rápido. Hablamos de los buenos tiempos y no paramos de quejarnos de los malos y nos sentimos especiales, cuando la persona indicada nos dedica  su tiempo.
El tiempo es nuestro mejor activo, el trabajo no es más que un intercambio de tiempo por dinero. Nuestro tiempo es limitado, así que sería inteligente por nuestra parte hacer lo que realmente se quiera hacer en cada momento, sin necesidad de dar explicaciones o ser políticamente correctos

¿Quien está más loco, el que se pasa la vida persiguiendo su sueño, sin importarle las consecuencias o el qué dirán. O el que se resigna y acepta todo lo establecido, para ser un ciudadano más?
Entonces, lo primero que debes reflexionar si alguna vez  te sientes extraño es saber si realmente las formas de vivir que el mundo te ofrece van a ser todavía más vacías para tu espíritu. Reflexionar acerca de si todas las dudas que alborotan tu mente en algún momento son para que cambies, o para que te reafirmes.
Porque el sufrimiento en este mundo por ser tú mismo no es comparable al terrible vacío existencial de vivir sin saber a dónde te diriges y qué es lo que quieres realmente. Por qué vas a adaptarte a algo que crees que te dará seguridad, pero no goce.

Como escribió Cortázar, “mi diagnóstico es sencillo, sé que no tengo remedio”. No tengo remedio porque me gustan las cosas claras y el chocolate espeso. No tengo remedio porque me gusta que me abracen sin ninguna razón.
Seguramente tú tampoco tienes remedio porque te gusta hacer las cosas bien y a veces lloras sin saber por qué. Puede que tanto tú como yo nos fascinemos con la gente que con su energía, contagia emociones.
Seguramente a ti también te gusta la gente que vibra y es probable que te guste trabajar por conseguir que tu realidad supere a los sueños que cultivas desde hace un tiempo y por los que peleas día tras día.
No tienes remedio (ni yo tampoco) porque a veces te enfadas sin sentido y el mundo se te viene abajo cuando no consigues que algo te salga como quieres. No tienes remedio porque no consigues contar hasta tres antes de explotar como te dicen los expertos.


No tengo remedio (y tú tampoco) porque no soy capaz de hacer cinco comidas al día, de dormir 8 horas o de pensar en mí antes que en nadie más. Tampoco tengo remedio porque vivo a la expectativa de que “esa persona” quiera pasar tiempo conmigo.