1/ Me
concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de
creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo
debería ser.
2/ Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.
3/
Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el
derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me
conviene.
4/
Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida
correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de
esos riesgos.
(No somos para todos todo el tiempo ni todos son para nosotros todo el tiempo).
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